Muxa Lajunamiel estaba sentado frente a su
máquina de escribir. Intentó comenzar con algo, y lo único que le salió fue:
“Muxa Lajunamiel estaba sentado frente a su máquina de escribir. Intentó
comenzar con algo, y lo único que le salió fue:”. Al notar esto, sintió gran
angustia y escribió: “Al notar esto, sintió gran angustia y escribió:”.
“Mierda”, pensó mientras lo escribía. Entonces se levantó, pero volvió a
sentarse para anotar que se había levantado y vuelto a sentar.
Félix Félix Bom era otro escritor, vecino del
Sr. Lajunamiel, y él tenía otro problema: sólo podía escribir sobre lo que le
sucedía al Sr. Lajunamiel. Imagínense qué aburrido y molesto se encontraba
describiendo paso a paso todos los traqueteos del otro.
El Sr. Lajunamiel sintió ganas de ir al baño y
tuvo que llevarse su libreta con una lapicera, para escribir justamente que se
iba al baño con libreta y lapicera.
El Sr. Bom se vio obligado a describir con
lujo de detalles esta escena.
Las cosas siguieron así durante un largo
tiempo, hasta que “un día el Sr. Lajunamiel decidió liberarse”, escribió y
pensó el Sr. Lajunamiel. Para tal propósito decidió escribir sobre el Sr. Bom.
Este sintió mucho temor ya que a partir de ese momento pasaría a escribir sobre
Lajunamiel que a su vez escribía sobre él. Por otro lado el Sr. Lajunamiel se
dio cuenta de que indirectamente seguiría escribiendo sobre si mismo.
“¿Qué hago?”, preguntó e inmediatamente
escribió Lajunamiel, luego de ver que Bom había escrito lo mismo, a raíz de la
pregunta formulada por Lajunamiel.
Entonces Lajunamiel, el más valiente y
atrevido de los dos, decidió que se amputaría la mano derecha. Mientras Bom
escribía esto y Lajunamiel escribía lo que Bom anotaba, Lajunamiel tomó un gran
cuchillo y procedió a mutilarse. La mano, una vez separada del cuerpo, siguió
escribiendo un poco más y luego cesó de moverse. Pero resulta que el Sr.
Lajunamiel tenía un secreto. Era ambidiestro. “Por lo tanto”, escribió Bom,
“Lajunamiel siguió escribiendo sobre Bom que a su vez siguió escribiendo sobre
Lajunamiel”.
Finalmente, llegó la primavera y ambos
decidieron – no sin antes haberlo pasado a papel – encontrarse.
Hablaron durante largas horas, apuntando con
cuidado cada uno lo que el otro decía y también lo que ellos mismos decían,
hasta que resolvieron traer un tercero que escribiera sobre ambos, y así
liberarse de la tan tediosa obligación de hacerlo ellos.
De esta manera fue como me llamaron a mí y
ellos vivieron happily ever after.
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