El poeta Nissim se ofendió.
No fue por una broma, ni tampoco porque su
mujer no le preparó la cena, y por supuesto que no porque a la gente no le
gustaron sus poemas.
El poeta Nissim se ofendió porque se le mufó
el bigote.
Así nomás, sin previo aviso, una mañana de
abril, despertose alegremente, recitando versos al oído de su mujer, y al
dirigirse hacia el baño y mirarse en el espejo, de pronto notó que algo en él
había cambiado. Su enorme y meticulosamente cuidado bigote tenía unas manchitas
verdes de moho.
Intentó quitarlas con agua, luego añadió
jabón, intentó también con shampú normal, con anticaspa y crema de enjuague,
pero el moho siguió ahí.
Entonces probó con lavandina y también con
aguarrás, tres solventes diferentes, pero no hubo caso.
Exhausto, cabizbajo, de pronto una idea se le
ocurrió.
Lentamente levantó la mirada hasta que sus
ojos se posaron sobre sus propios ojos reflejados en el espejo.
Entonces, levantó sus manos y las llevó al
bigote. Tomó el bigote por ambas puntas, y lo tiró con cuidado hacia arriba.
Para su desilusión, confirmó su sospecha: El
bigote estaba vencido.