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Desde el punto más alto del cerro ellos miraban. Hacia el horizonte, los cerros lejanos, el tiempo.
Desde el punto más alto del cerro, contemplaban el valle fértil, acompañados por el sonido de diez mil morteros triturando maíz.
Desde el punto más alto del cerro vi las ruinas de aquella ciudad, de la que hoy sólo queda una marca de cerveza.
Pilas de piedras - que supieron ser hogares, templos, silos - amontonadas como testimonio cruel de que el tiempo es una eterna órbita perversa.
En el punto más alto del cerro las mujeres mataron a sus hijos para que ellos no mueran en el desarraigo. Los ancianos acompañaron con sus miradas unos mil setecientos hombres fuertes, obligados a caminar; en ese mismo lugar recibieron la noticia de que a Buenos Aires llegaron alrededor de cuatrocientos.
En el punto más alto del cerro no me sale nada más que el silencio.
Así permanezco, solo junto a los cardones que, erguidos como monumentos letales, susurran un grito atronador proveniente de las entrañas de la tierra.

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