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Entschlafen

“This species has amused itself to death”

Roger Waters


Lautaro volvió aquella tarde de su trabajo. Ingreso a su casa, se quitó los zapatos y encendió la computadora. Entre los correos electrónicos recibidos, uno le había llamado fuertemente la atención. Provenía de una dirección desconocida. Abrió el enlace que contenía y se sorprendió al ejecutarse un video en el cual se veía todo lo que había hecho aquella mañana antes de salir al trabajo: cómo se despertó, cepilló los dientes y preparó el desayuno para él, su esposa y su hija. El video terminó al cerrar la puerta de la casa.

Cuando regresó la esposa con su hija les preguntó, algo enojado, quién había filmado aquella película y por qué la habían subido a Internet. Ellas lo miraron sorprendidas y juraron no saber de qué estaba hablando. Lautaro volvió a abrir aquel enlace ante los ojos asombrados de ambas.

En los días que siguieron, llegaron más enlaces parecidos, siempre con filmaciones de diferentes momentos íntimos en la vida de Lautaro y su familia. Intentó en vano escribir a la dirección de contacto que aparecía en el sitio reproductor. Sus correos siempre regresaban con diferentes avisos de error.

Desesperado, decidió dirigirse a las autoridades, pero allí le comentaron que en todo lo referente a la difusión de material audiovisual por Internet, ellos no podían hacer nada y agregaron que en los últimos tiempos muchísima gente había presentado quejas similares. Sin que nadie supiera cómo, el sitio no sólo obtenía imágenes de las cámaras que estaban diseminadas en todos los sitios públicos, sino que alcanzaba los lugares más remotos e inesperados en la vida de la gente.

El fenómeno fue creciendo y finalmente llegó a los medios de comunicación. Centenares de miles de personas posaban frente a las cámaras para contar a la audiencia su experiencia con aquel misterioso y omnipresente espía.

La información que se iba acumulando en dicho sitio crecía desmesuradamente. Era posible entrometerse en la vida íntima de toda persona, famosa o no, sin importar si vivía en la ciudad o en el medio del campo. Se mostraban reuniones a puertas cerradas de los dirigentes, documentos clasificados, llamados telefónicos. La desconfianza que se había generado en un comienzo entre la gente contagió a los políticos, quienes comenzaron a echarse culpas entre sí para luego unirse y amenazar a los países vecinos. Ciudadanos extranjeros fueron acusados de espionaje y complot. Las prisiones se llenaron rápidamente, las deportaciones pasaron a ser un tema cotidiano y en algunos países hasta se puso en marcha la pena de muerte. Todos negaban relación alguna con la producción de dichas filmaciones, que seguían depositándose por aquella mano misteriosa.

Rápidamente las amenazas dejaron su lugar a las acciones. Los países iniciaron guerras sangrientas, informando cada tanto a sus respectivas poblaciones, haber descubierto el cuartel subterráneo desde dónde se comandaba aquel titánico complot.

Pero nada cambiaba. A pesar de la destrucción, las muertes, los llantos y las crisis económicas mundiales que sucedieron a dichas guerras, la solución no se veía ni siquiera en el más lejano de los horizontes. Las imágenes, en cambio, aparecían cada vez con más detalles, mejor definición y mayor crueldad. Algunos llegaron a suicidarse a causa de los secretos que dichos archivos revelaron. Otros cambiaron de identidad. Muchos simplemente agacharon sus cabezas y siguieron viviendo como pudieron.

Al cabo de un tiempo, los dirigentes de las naciones más poderosas del mundo se reunieron y en una emisión histórica (que antes de su primera difusión mediática ya se podía visualizar en dicho sitio con subtítulos a elección) anunciaron a lo que restaba de la población mundial, haber descubierto que se trataba de seres extraterrestres. Todo había sido fruto de una inteligencia perversa y maligna cuyo objetivo era destruir a los terrícolas para luego invadir el planeta. Nuevamente se prepararon poderosos ejércitos que fueron equipados con los armamentos más eficaces que jamás se han visto, y los pocos recursos que habían quedado fueron destinados a la preparación de la campaña militar más grande e imponente de toda la historia. Orgullosos, miles de millones de soldados de todas las razas y naciones, se embarcaron rumbo a una galaxia recientemente descubierta desde la cual, se presumía, provenían todos los males que habían acechado al hombre en aquellos últimos años. Nunca volvieron. La población desnutrida que había quedado aguardando en la tierra, perdió muy pronto la esperanza. Uno por uno, fueron muriendo de hambre, enfermedades o desesperación. Al poco tiempo no quedó vestigio alguno de la existencia humana salvo las pantallas, que con una implacable sincronización, siguieron proyectando para siempre las vidas de aquella raza desaparecida.

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