1. Ro-i
"Las cuatro estaciones" era la obra musical
favorita de Ro-i, un terrón de azúcar de esos que usaban nuestras abuelas. Pero
nunca podía disfrutarla ya que como todos sabemos, los terrones de azúcar no
tienen equipos de música dentro de sus cajitas de madera, talladas con motivos florales.
Todo esto y mucho más estaba pasando por la cabeza de
Ro-i, que ya comenzaba a pensar maneras de salir de aquella vida mediocre y
luchar por los derechos de los terrones de azúcar de todo el mundo, cuando de
pronto se abrió la caja, dos dedos lo tomaron y lo elevaron en el aire para
luego dejarlo caer en una taza de té caliente.
"¡Qué vieja de mierda!", pensó antes de
disolverse...
2.
Terror en la Cocina
- ¡Por favor, no toquen el enchufe! - gritó la madre a los
frescos mellizos que había traído aquella mañana del mercado.
Pero ellos lo
tocaron.
Empezaron a temblar
y brincar alegremente con sus lenguas pegadas a la pared. Los ojos saltaron de
sus orificios y las lenguas comenzaron a oscurecer.
La madre se puso
pálida sin saber qué hacer. Los chicos costaban mucho en aquellos días y ella
no tenía dinero para unos nuevos.
Enseguida recobró el
sentido y tomó un gran palo de amasar que estaba descansando en un rincón.
Comenzó a dar fuertes golpes sobre los bebés, que ya estaban negros, y la
sangre comenzó a brotar de sus jóvenes y delicados cuerpos.
Al principio no
reaccionaron, pero después de algunos golpes la garganta del primero comenzó a agrietarse.
Ella sintió que estaban muy duros.
Siguió golpeando y
al final logró despegar a uno de ellos, que salió volando y fue a parar
directamente a la sartén llena de aceite hirviendo (para las papas fritas). Él
ya no viviría...
Al segundo fue más
difícil sacar ya que la mitad de su cuerpo estaba untada sobre la pared, como
si alguien lo hubiera soldado. Pero al final, gracias a los fuertes golpes de
la madre, la parte superior de su cuerpo salió disparada hacia la otra pared.
¡Los bebés se
salvaron! La madre respiró con alivio...
3. Mis Experiencias
con los Enanos
Detrás de las
cortinas hay cosas interesantes. Muchas veces quise buscar, pero siempre tuve
miedo.
Un día las levanté
con ambas manos y sin darme cuenta dejé caer mis mejillas.
Entonces sucedió
algo extraordinario: apareció un pequeño enano que gritó con una voz ronca:
- Déjame en paz. ¡No
voy a cenar contigo!
Me ofendí.
Una hora más tarde,
sentados con mi marido en el balcón de nuestra casa, hablábamos sobre todo tipo
de cosas, entre ellas los enanos. Mi marido dijo que son unos seres pequeños y
apestosos, y que había que matarlos a todos. Le conté lo que me había sucedido
y él llamó al dentista.
Me tuvieron que
sacar una muela. No dolió mucho. Ahora me siento mucho mejor. Nunca más volví a
mirar televisión y ahora estoy feliz. O eso creo...
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