Abrir en una nueva ventana

Ley 3589/7



La ley 3589/7 había sido promulgada con una amplia mayoría en el congreso. Dicha ley había sido debatida durante largos meses, apoyada por numerosos artículos de prensa que, sin ahorrar elogios, prepararon la opinión pública de una manera bastante eficaz.
La ley consistía en definir a la fuerza de gravedad como un fenómeno anticonstitucional, prohibidas sus manifestaciones en todo el país. Una vez entrada en vigencia, quedó terminantemente prohibido utilizar dicha fuerza de cualquier modo y en cualquier circunstancia. La policía, así como también los servicios secretos, se sometieron a largos entrenamientos en el extranjero - donde leyes parecidas existían desde hacía largo tiempo – con el objetivo de mantener el cumplimiento de la nueva ley de la manera más eficaz posible.
La vigilancia mediante cámaras de video se intensificó y se fijaron diferentes medidas contra aquellos que transgredieran la nueva legislación.
Exceptuando algunos casos muy aislados, no hubo oposición a la aplicación de la ley. Una vez entrada en vigencia, el público acató de manera admirable a dicho dictamen y muy rápidamente se acostumbró a la nueva vida sin fuerza de gravedad. En los periódicos abundaban los testimonios de ciudadanos felices que manifestaban llevar adelante una vida más ligera, fácil, sin las ataduras terrenales de otrora. La gente reivindicaba la nueva forma de vivir, descartando con desprecio, y a veces hasta violencia, cualquier intento de desacreditarla.
Sólo un pequeño grupo marginal había comenzado a sospechar que todo aquello era una mera falacia. Encontraron testimonios en unos volúmenes antiguos que se habían salvado de la limpieza efectuada por el régimen. Siguiendo algunas de las ideas encontradas en aquellos libros, los miembros del grupo comenzaron a realizar diferentes experimentos que hicieron surgir numerosas dudas con respecto a la nueva realidad.
Se organizaron en forma de guerrilla, escondiendo objetos en lugares públicos y haciéndolos caer y estrellarse contra el suelo frente a la mayor cantidad de gente posible. Pero por lo general, los transeúntes seguían de largo, acelerando su andar, desentendiéndose por completo de lo sucedido.
Cuando estos actos - catalogados como “terroristas” - se multiplicaron, el gobierno organizó una fuerza especial cuyo objetivo fue capturar a los miembros de dicho grupo. Gracias a un impresionante operativo que incluyó tropas terrestres, aéreas y algunos agentes infiltrados, lograron capturar a la mayor parte de los subversivos.
En un acto público, llevado a cabo en la terraza de un edificio de mediante estatura en el centro de la capital, se leyeron las graves acusaciones contra los diez individuos que “traicionaron los valores de la Nación y del pueblo”, y como castigo ejemplar e implacable se procedió a arrojarlos – ojos blindados – desde la cima de dicho inmueble. Cuando los cuerpos dieron contra el asfalto, casi sin producir ruido alguno, muchos de los presentes menearon sus cabezas y luego se marcharon, algo aliviados.
Una vez que todos se habían retirado y los cuerpos fueron evacuados, una sola persona se quedó en el lugar, alternando la mirada entre la cima del edificio y la calle. En el fondo de su mente sentía que algo se estaba abriendo, la puntita de una nueva idea tratando de asomar. Pero entonces sonó su teléfono y la idea volvió a refugiarse en un rincón olvidado de su mente. La fuerza de gravedad había dejado oficialmente de existir.


No hay comentarios:

~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~

Archivo del blog